Abominaciones (palabras contra
el terror)
No devolveremos la vida a
las miles de asesinadas, de inocentes, pero las tendremos presentes, y queremos
paz.
Había pensado en
escribir un poema, otro poema más sobre la masacre de Ciudad Juárez, otro poema
buscando respuestas o culpables, o la causa de tal aberración, pero no surgía
el poema, si en cambio la reflexión (no ha cesado desde que tuve conocimiento
de los hechos), si incluso el plantearme los motivos que llevan a organizar
este tipo de actos, esta catarsis colectiva, este gran ejercicio de
resistencia, que tiene también algo de acto de fe, ¡Cómo si pudiésemos
realmente combatir contra la abominable maldad humana¡. Y podemos, de alguna
forma estamos incidiendo, haciendo presión, fuerza, hemos situado a Ciudad Juárez
en el mapa de la ignominia, de la abominación. Y podemos cambiar la situación si dejamos
–aunque sea por un rato—de lado nuestros intereses personales, nuestros egos,
los enfrentamientos, la necesidad de rentabilizarlo todo, de competir; estamos
aquí --o eso creo--, realizando un acto global, comunitario y hermoso contra
las aberraciones de todos los Juárez que nos quisieran devolver a lo más oscuro
de nuestros impulsos criminales.
No debería
servir este evento solamente para mitigar nuestro sentimiento de culpa, pues
sabemos bien que en el fondo somos cómplices de esas muertes; porque sabemos
que para que nosotros podamos vivir más o menos bien (incluso algunos en
precario), lo hacemos a costa de otros que están aún peor; que para evadirnos
con esas drogas que tanto nos gustan existen unas redes de narcos sin escrúpulos
que tratan a las personas como mercancías desechables, ¿dejamos de comprarles?;
sabemos que las trabajadoras de las maquiladoras son esclavas necesarias para
que podamos disfrutar de nuestros aparatos electrónicos y de la vida consumista
que llevamos ¿estamos dispuestos a cambiar de modo de vida?, la respuesta es
NO, por lo menos mientras podamos mirar hacia otro lado y no sentir, oler o tropezar
con los cadáveres de los nuestros.
En realidad
este Uno de Septiembre debemos gritar, emitir un grito común contra la
abominación contra los crímenes; aunque parezca un gran alarido de impotencia,
no es un acto inútil, (los impedidos también respiramos e incluso a veces tenemos
cierta y limitada capacidad de elección), somos cientos de miles los escandalizados
por esas muertes, por esos abusos; pero más allá del dolor, de denunciar, de
dar luz, que no es poco ¿Qué podemos hacer si tampoco estamos dispuestos a
extirpar de raíz las causas que subyacen en este viejo fenómeno de los
genocidios?; porque el mal está muy profundo, muy diversificado, está en todos
nosotros y tenemos que enfrentarlo y mantenerlo a raya, porque estamos enfermos
de in-humanidad, debemos pues curarnos, no hacerlo aquí y ahora, bajar la
guardia significa que en cualquier momento resurgirán los genocidios en México,
en Siria, Noruega o en nuestro propio barrio.
Mi apoyo como
no a todo el movimiento de escritores por Ciudad Juárez, pero por favor no
olvidemos mañana que los artistas, los escritores, los poetas en tanto que no
denunciemos, no solo los hechos, si no lo que escondemos en el patio trasero de
nuestras vidas y nuestras emociones, desde el momento en que nos relajamos y dejamos
de luchar contra ese mal, contra la oscuridad y el desvarío de este mundo,
estamos dimitiendo de nuestra responsabilidad y permitiendo que esta locura
crezca y se desarrolle, de poco sirve sentirlo, escandalizarse ni lamentarse:
el crimen forma parte de nuestra cultura, de nuestra sociedad cristiana y
depredadora. Somos responsables de esas muertes en Ciudad Juárez. Y a partir de
ahí podemos decidir si queremos que sea el miedo, o nuestros intereses y
nuestros pequeños mundos egoístas los que prevalezcan o queremos y podemos
intentar construir algo diferente. Entonces quizás empecemos a solucionar este
y muchos otros de nuestros problemas actuales y algún día, en algún sitio dejen
de ocurrir estas abominaciones.
Félix Menkar. 29 agosto 2012
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