Palabras
que son ruido,
imágenes
que vibran,
despojadas
de toda retórica,
descarnadas,
emotivas,
palabras
etéreas como humo
o firmes
como huellas indelebles.
Eso es
escribir poesía, pero
no
olvidemos que la clave
está en la motivación,
ese
resorte misterioso
que desintegra la apatía,
que la
transforma en acción.
¿Por
qué alguien pierde el tiempo
en escribir, para quién?
¿Es
responsabilidad o resistencia?,
O son
palabras para
compartir, amar,
buscarle
un sentido al existir…
Aún así
brotarán
versos rendidos,
deformados
y fracasará
el poema,
y quedará
desigual
porque
el poeta
y la
vida lo son:
imperfectos.
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