Todo el camino, la vida de una persona es (o debería ser)
el de la emancipación personal, el de la construcción de una personalidad
autónoma de los otros. Nacemos siendo propiedad de los padres, de la sociedad o
del estado (siempre), para muchos incluso de Dios, según las leyendas y las
tradiciones mayoritarias, él nos ha creado, incluso por encima de la voluntad
de engendrar(nos) de nuestros padres. Esos poderes facticos no se cansan de
repetir que no somos nadie, ni nada, solo partículas de carne y huesos que
crecen, se desarrollan en los cauces establecidos y sirven, que debemos cumplir
las funciones programadas y someternos a ellos, a los amos, que son los padres,
los poderosos…Dios.
Toda la vida de un ‘ser’ con vocación de autonomía debe
consistir en resistirse a estos preceptos, ser rebelde contra los padres,
contra las normas de domesticación, es preciso ser salvaje en el sentido de no
ser sumiso, luchar contra la sociedad que estratifica y clasifica a las
personas como objetos funcionales, números, categorías, expectativas…todo una
gran mentira, una colosal patraña universal.
Es preciso el dudar de todo(s) aquello que nos pretende
cosificar, anular y castrar, impedir nuestra emancipación como seres humanos.
Hay muchos enemigos que acechan, que pretenden atar con gruesos hilos el vuelo de
una mente libre. Que exista el concepto de libertad es un peligro en si mismo para
su sistema de valores, es algo que hay que reprimir.
Dicen los poderosos, la religión, los políticos, los amos
que no somos dueños de nuestras vidas, de nuestras acciones, de nuestro futuro;
que todo está en sus manos o en las de Dios. Sostienen que la independencia no
está hecha para el hombre y a cada paso que damos se nos pone a prueba, debemos
elegir, reflexionar y resistir…es un duro camino, una senda de espinas donde
hay mucha soledad y poco consuelo, donde la felicidad es más el despojarse de
lo que nos ata, que la fantasía del querer vivir atados, de saber donde
encajamos, a quien pertenecemos, cual es nuestro lugar en el mundo, en esta maquinaria
perversa que hemos forjado entre todos. Incluso la ciencia, la neurología nos
dice que viviremos más si somos sociales, si somos felices con nuestras
mentiras, nuestro mismo cerebro, para sobrevivir imagina e inventa escenarios
de supervivencia, aunque sean pequeñas píldoras de conformidad.
Pero algo en el interior, lucha por emanciparse, hay una
voz que quiere lo desconocido, la aventura, que desea ser intrépido, ir a
contracorriente, romper normas y programas, hacer lo inesperado….eso hace
saltar los plomos de la normalidad; aunque bien pronto intentará reconducir y
recomponer la situación anterior, pero esa anomalía volverá a aparecer y
algunos desearan emanciparse, preguntar, averiguar qué es lo que sucede, que es
verdad y mentira, donde estamos atrapados y porque.
En toda persona hay un germen noble y digno que busca su autonomía,
salir del barro, que se quiere elevar a las estrellas y decirle a ese dios retórico
y propietario que no es nada, que es mentira, un recurso de los débiles, de los
conformistas.
Nos cansamos y debemos retirarnos, descansamos y
seguiremos buscando ese camino de emancipación, absurdo camino, de inutilidad
tal vez porque estaremos más cerca y seremos más sabios cuando ya nuestra vida
declina y todo lo que hemos aprendido se va a quedar en la desmemoria, en el
polvo y la decrepitud…esa es la paradoja de lo humano, la maldición. Mientras
tanto nuestros gritos contra las cadenas, contra los opresores y los verdugos
deben oírse bien alto, debemos sembrar este mundo de ansias legítimas de
libertad, de aventura y emancipación. Hasta el último suspiro alentaremos la
rebeldía.
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