En el siglo XX los representantes de los ciudadanos
se deslizaban entre la ética de la convicción (los ideales) y la
responsabilidad (coherencia); en nuestros días los gerifaltes corruptos y
desalmados que no nos representan, pero que están al frente de las
instituciones se decantan por una estética de la irresponsabilidad. Así estamos
y así nos va, y la dignidad en el felpudo.
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