27 de diciembre de 2009

El jardín de la alegría




Hace sol y su pelo rubio inflamado,
el pelo rubio y fino como de ángel
ondea a modo de bandera,
que es mandil, que es harapo
para tapar la belleza de una mañana radiante.

Vergüenza sentimos por ser dichosos y los demás miserables.
Quizás debamos reprimir nuestro gozo
hasta que sea un canto de todos.
Sabemos bien que solos, aunque felices
no llegaríamos ni a la esquina, si nos cerraran el paso.

No es fácil, nada es fácil  y sin embargo
podemos estar acertados, o
presos en esta variedad multicolor.
Solo tenemos que evitar los agujeros,
solo buscar las formas integras, etéreas,
hacer que cada día sea diferente, único.

Todo empieza siempre de nuevo
y siempre es lo mismo,
uncidos al poste giramos ciegos.
El cansancio es la pequeña muerte
y la saturación viene con el vacío,
los espejos mejor empañados
para no vanagloriar al ego,
la casa a veces, debería estar en ruinas
para obligarnos a visitar --más a menudo—
el jardín de la alegría,
para volver a sentir los latidos de la vida.


26 diciembre 2009
Del poemario "Registro de lo imposible"

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