16 de marzo de 2010

Belén Gopegui.

A propósito de Belén Gopegui y sus libros

de izq a der. Eva Fernandez, Belen Gopegui y Miguel Morata en Libr.Primado

Belén Gopegui más que escritora podría decirse que es forense, disecciona “lo real” con el bisturí de una escritura que se sitúa al límite entre lo literario y lo documental. No sabemos con certeza –al leer sus libros-- si estamos ante una novela, o sea una ficción o ante una serie de informes o comunicados de lo que está pasando en nuestro mundo cotidiano, en los centros de trabajo, en las viviendas particulares donde suceden y se desarrollan aspectos cotidianos en clave no heroica, donde existen silencios implícitos, renuncias, pulsiones que aunque no se nombren sin duda existen, esas aceptaciones, esos espacios donde se fragua la esencia del ahora y aquí configuran claramente lo que llamamos sociedad, aquella donde los individuos y los colectivos respiran, interactúan y marcan el ritmo y los tiempos de su existencia. Estamos rodeados de “personas normales” y de otras que heridas o tocadas por sucesos dramáticos, por injusticias o desagravios no se pueden permitir el lujo de vivir esa ansiada normalidad pequeño burguesa o situarse en esa laguna apacible, sin complicaciones ni aventuras inciertas donde puedan desarrollar sus pequeños anhelos, un lugar para gozar de un simulacro de felicidad. En nuestra cotidianidad vulgar y mediocre repleta de pequeños y numerosos acontecimientos en apariencia intrascendente se establecen la medida y la intensidad del drama colectivo, el nacimiento de grandes gestas; allí surge el fanatismo, la intolerancia, el dogmatismo, la rebeldía y la derrota. A eso lo podríamos llamar realidad y pocos escritores intentan analizar, establecer las condiciones para hacer las preguntas adecuadas más allá de lo literario, formular las cuestiones que a la mayoría de personas les preocupan (cuando no están abducidos por la fantasía o la evasión), o sea los asuntos reales. Nuestros conciudadanos no se mueven entre los círculos bohemios, privilegiados, cultos, o poblados por especímenes desarraigados, intrépidos o situados en algún límite, llamados escritores, poetas o artistas. No es esa la vida de la mayoría de la gente, no es la que viven, la que perciben con sus sentidos más o menos embotados, día a día, calle a calle, minuto a minuto. Y Belén cuenta lo que pasa a nuestro lado, da noticias y soslaya el desasosiego, lo que intentamos no nombrar, traza la verdadera naturaleza de la corrupción interior y exterior, el caos y la sensación de incertidumbre tan acusadas que padecemos todos. Las herramientas, las tácticas o las estrategias son cosa de todos y deberían serlo en especial de esos que algún día tildábamos de intelectuales.

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