El
manicomio se encuentra dentro, en su mente enferma, en los textos escritos del mexicano Trigos y adaptados por Mijares, son escritos de un demente. Su trabajo narrativo es elogiable al igual que la dirección y la representación, pero la tremenda exageración de las propuestas, esa provocación
tan continua y superlativa sin dejar un respiro no convence (pasada la primera
media hora, el estupor se convierte en ofensa). La pareja de hemoficcion utiliza descaradamente la seducción propia de los impulsos asesinos, la bajeza de lo
primordial, lo instintivo del animal. Nos muestra un tipo de teatro sin futuro, sin
esperanza, descarnado; es en cierta forma un retornar a la charca, al fango.
Sin ser un experto en la materia, lo visto, sus propuestas lo situaría por un lado junto a eventos
tipo "teatro pánico", a ciertas performances muy salvajes y cierto guiños a los trabajos de Angélica Lidell.
Marxela
--aparentemente-- es una puta marioneta en manos de un nazi y eso la hace digna
de compasión; es teatro de la locura, introspección depresiva hasta la
repugnancia. Obscenidad, instinto y locura, un desparrame de vísceras y carne,
despojos humanos--lo que queda tras el fin de la razón--.
La
Hemoficción es atrayente por las imágenes que proyecta provenientes de la
desesperación, de la locura, lo decrepito que tiene cierto gancho, rugido y griterío
bastardo; tristeza y desesperación, ausencia de empatía, solo doctrina y nihilismo creativo.
La
pareja forma un curioso dúo sadomasoquista, se ríen del publico, lo maltratan,
lo colocan al límite. Aquí en Valencia ante muy poco publico (apenas una decena
de personas) han ofrecido dos funciones brutales y vomitivas, está claro que no
les importa el dinero, apenas han recogido nada y se han entregado con la misma
intensidad que si lo hubieran hecho ante más publico o en un ensayo. La
dependencia entre ambos es enorme, ella, Marxela
Etchichury actúa pero está continuamente abducida por
Lorenzo Mijares que no la suelta; cuando el sólo es de él ocurre lo contrario;
es una simbiosis en el paroxismo.
Todo el
conjunto tiene algo de patetismo amargo, de histeria sectaria, sexo en escena,
risas histéricas, arrebatos demoniacos y un desgaste actoral extenuante que
deja a la actriz convertida en un pelele; para ellos será como un orgasmo
hiperbólico pero sin alegría, es asomarse a un éxtasis en forma de precipicio,
un teatro suicida y catártico. "Diana cazadora de cabezas" y
"Contrasujeto" son obras trágicas, sin pizca de hedonismo, hay
visceralidad, hay un ambiente de negatividad muy recargado y lo arrojan al público, así a lo
bestia, sin ambages, sin humor. Artaud les aplaudiría con ganas.
--el viernes 29 de enero y el sábado 30 he asistido a un exclusivo show en el Café El Dorado MAE, de Valencia. Dos personas, director/actor y una actriz femenina muy histriónica: Hemoficción.
Félix Menkar,
feb2010
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