(el artista vivo más cotizado del mundo)
Mi perplejidad roza el límite cuando leo que J.K. es el artista vivo más
cotizado del mundo; para los despistados es el autor del perrito del Guggenheim
de Bilbao y las aspiradoras envueltas en plásticos e iluminadas por neones, esta
noticia puede sugerirnos --entre otros factores—que el arte sería un espacio
ideal para blanquear dinero e invertir en productos garantizados por la crítica
y un entramado conjunto de galerías, financieros y ‘curators’ y que la
estupidez delirante y la orgia de hiperconsumismo consigue que esas esculturas lleguen
a costar una fortuna; donde el arte no rompe ni provoca ni es vanguardia sino
que se alía con la economía en un surrealismo poscapitalista. J.K. con su gran
ego se tutea con Luis XIV en Versalles lo que nos descubre esa tendencia de
Paris (capital cultural europea) a insertar arte contemporáneo, grande y banal
entre aquellos muros, espejos y cuadros de palacios o mausoleos de otras épocas
decadentes y similares a la actual: Orsay, Fontainebleau o Versalles.
Los
críticos se defienden alegando que es la continuación al reciclado que empezó
con Duchamp –al que se han apuntado centenares de creadores— obviando la ironía
y la provocación de la idea inicial y que la repetición disuelve ese desafío y queda
solo la vanidad, el deseo de reconocimiento y el afán de enriquecimiento.
Los organizadores, que imagino deben estar o
aburridos o exhaustos de tantas corrientes y tendencias hablan de mostrar
afinidades y contrastes y buscan un público menos exigente y más joven para que
se acerque al arte y lo hacen en esos templos a ver si de paso los visitan y
comparan escenarios grandiosos y formas triviales; eso sí con entradas nada
populares, quizás también crean que al situarlos allí puedan ser reconocidos
como obras de gran valor cuando en realidad son nauseabundos y mediáticos espectáculos
de feria.
Fmk, 14 septiembre 2008
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