Preferencia por un mundo en el que lo importante es dejar huella, no reflexionar, no hacer caso a la crítica, a las opiniones ajenas ¿para qué? si las cosas van demasiado rápido y los ciclos son cada vez más cortos. Nos complace pues, crear objetos a los que denominamos obras de arte, que aumentan su valor, la escala de lo relativo, con descaro, a la par que disminuye su originalidad, su aportación como instrumento de ruptura. Las máquinas célibes llamadas artistas abandonan su dimensión trágica para ofrecer algo más exquisito: un subterfugio de la utopía, el conformismo del creador ensimismado en su refugio. Su mensaje apenas llega a las comunidades en crisis que se transforman en colectividades-náufragos de un sistema que aun funciona, pero en decadencia, a
Félix Menkar. oct.09
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