A Eddie (J.Bermúdez)
El dolor es tan intenso que la piedra sangra,
la herida es de género, profunda,
es soledad y manifiesto social el abandono.
Hay un vacío, un silencio hermético y las dudas.
Ella, tú y la carga ausente e inoportuna,
mejor no mancharse, no tomar ese camino.
Ahora es necesario el abrazo reconfortante,
engrasar la maquinaria de caricias
para eliminar las capas gangrenadas,
su dolor, el daño nos salpica a todos.
La victima: ella, otra mujer más
sumisa y acurrucada en su ovillo
que es nido y trampa, tejido del fénix.
Los verdugos tienen nombres y apellidos,
sus verbos militan socialmente,
Te miras en el espejo y no hay nada,
vuelves a mirar, y solo oscuridad,
desazón y congoja,
por el cansancio,
por la vergüenza,
por haber fracasado,
por permitirlo, por dejarla,
por abandonarla lacerada en la noche oscura,
por ser destino y parte, órgano,
voluntad, llaga. Tú, yo, nosotros,
compositores y residentes de esta prisión,
usuarios del dolor, consumidores forzosos,
que pese a todo
podemos olvidar, dormir, descansar
y seguir nuestro camino
sin remordimientos, sin carga, sin pudor, sin culpa…
así nos han modificado, en corazas de carne.
Y este rendido cronista se pregunta:
¿Dónde perdimos el corazón?
Félix Menkar
30 mayo 2009
Del poemario inédito "Encuentros y desencuentros"
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