Si exceptuamos la naturaleza salvaje poco queda con un valor real digno de conservarse, además la vida paupérrima que tienen la mayoría de poblaciones pintorescas y tradicionales es lamentable, se ha perdido casi toda la esencia y solo quedan recuerdos y vestigios. A ver quien es el gracioso que le dice a la gente que se muere de hambre en el Sahel o en Haiti que deben de conservar su estilo de vida, solo lo podrían hacer los cínicos o los necios, o alguna malintencionada corporación no gubernativa.
La respuesta como siempre ha sucedido surgirá al borde del abismo, cuando todo lo que conocemos se precipite y comience otro ciclo que esperemos sea más de humanidad que de barbarie. Somos monstruos necios y gloriosos genios portadores de luces y de sombras.
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